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Sangre de Yugular

Textículo de Presentación de la Sangre de Yugular, por Arcadio ACevedo

Tuxtla Gutierrez, Chiapas
6 de Noviembre del 2003.

Sobria y sabia concurrencia, buenas noches:

Yo no soy poeta. No lo digo en el tono avergonzado, culpable del que, sin mediar pregunta, apenas alguien lo mira fijo a los ojos, se apresura a aclarar: “No soy puñal, carnal” .

La razón es mas simple: no soy poeta porque Dios no le presta alas a los escorpiones ni metáforas a los disléxicos intelectuales. Pero me gusta la impredecible, a veces, y siempre fructífera compañía de los poetas. Tengo la fortuna de contar entre mis amigos a un puñado de poetas por quienes profeso una enorme, profunda, y, por que no decirlo, perra envidia.

Acá entre nos, me encabrona la aparente inconsciencia y facilidad con que estos perversos alquimistas pueden infundirle alma propia y significado universal, al mismo hato de palabras que a mi apenas me alcanza para pedir fiado en el tendejón de la vida; o para gritar a bordo del colectivo terrestre: “¡Esquina bajan!” .

A Omar lo conocí recientemente en esta catedral gótica (si alguien quiere saber el porque del estilo, que le pregunte al poeta Alejandro Riestra o al periodista Sergio Espinosa, ausentes ambos a consecuencia del enésimo ataque de gota). Santiago Luna y yo, simples mortales, mascábamos trago. Omar y Ulvester Alemán, puesto que, según ellos, los vatos jamás se embriagan, bañaban a sus respectivas musas con cubetazos de cerveza helada.

Cuando Omar me expuso su intención de embadurnar de poemas a los muros de la ciudad, de sacar la poesía a orinar a los excusados públicos, de exponer los versos en los mercados al igual que esos pobrecitos e impúdicos pollos desnudos, supe que estaba tratando con un “traficante de nubes” (otro) en punto terminal.

Se que Omar y sus cómplices son jóvenes. Pienso que están locos. Dudo que los marchantes en el mercado lleguen a encontrar de mejor gusto una estrofa fileteada que las costillas de puerco. No creo que los transeúntes puedan dedicar al armónico ritmo de una frase, ni la milésima fracción del tiempo que dedican a los Buquis, a Juanga, a los Tigres del Norte. Seguro estoy de que en los sanitarios públicos jamás prevalecerá la poesía sobre la po-poesia.

Insisto: Omar y sus compinches están jóvenes y son locos. Sin embargo, me siento proclive a soslayar tan graves defectos porque, hace algunas décadas, un viejo agrio como yo, sorprendió a un chaval en el acto de fijar unos poemas de Neruda en el parabrisas de un auto; le llamo pinche guey, mariguano y alucinado. Si los dinosaurios no mienten, el chamaco se llamaba arcadio.

Para terminar, quiero leer el texto de Baudelaire de donde extraje la bella expresión “traficante de nubes”.

“Mi amada insensata me estaba poniendo la cena, mientras yo contemplaba por la ventana abierta del comedor las diversas arquitecturas que hace Dios con los gases, las maravillosas construcciones de lo impalpable. Y, en medio de mi contemplación, me decía: “Todas esas fantasmagorías son casi tan bellas como los ojos de la hermosa a quien amo, mi montruosa insensata de ojos verdes”.

Y de pronto recibí un violento puñetazo en la espalda y oí una voz poco sonora y encantadora, una voz histérica y como enronquecida por el aguardiente, la voz de mi querida y pequeña bienamada, que me decía: “¿vas a tomarte la sopa de una vez, hijo de tal, traficante de nubes?”

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