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Sangre de Yugular

Si vas por las calles de dios, tal vez arañando desnudos ladrillos, por los callejones que dan a su nido te recogerá como niño perdido...(editorial del segundo numero del fanzine)

Ayer me acordé de ti mirando unos perros hacer el amor...
Trolebús.

Decimos calle aún con lo que hay detrás y con lo que sabemos que sigue. Hasta les ponemos nombres con significados realmente dignos: Calle de la Soledad, callejón del Abandono, Esquina con la Chingada, Avenida del Olvido. Y por qué no ubicar todas las nomenclaturas en la colonia del amor (ahora que no se usa ser cursi démonos ese lujo). Es en la claustrofobia del asfalto y en ese carajo fotomural en que a veces se nos convierte la ciudad en donde intentamos descifrar ese mapa que lleva a ninguna parte y terminamos perdiéndonos en él. Pero igual nos encontramos, abandonados pero nos encontramos: en la pinta de una barda, en ese consultorio donde te curas las utopías y las agruras de la convicción, o encontrarse en una frase bardera o descubrir que el conductor del colectivo se está robando ese disfraz confeccionado para contrarrestar las agrias turbulencias del hastío inmediato de esta pinche ciudadcita jodida.
Vete por la calle, regresa por la calle, tírate a la calle, agarra calle, lárgate a la calle, quédate en la calle, piérdete en la calle (hombre, qué mas da). Sale pues y ya nos veremos las caras por ahí en alguna calle sin nombre y sin número y sin código postal (trucha con ponerme el dedo de que yo fui quien quebró el vidrio y pateó la puerta de la casa de la Sandra, si le dices te descalabro machín).

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